TEATRO AL AIRE LIBRE
El año nuevo trae, junto con los propósitos de enmienda que todos hacemos y casi nunca cumplimos, siempre sorpresas, algunas desagradables, las más, sobre todo si se trata de política, de religión o de futbol, y otras agradables y positivas. Entre estas últimas quiero destacar el inicio, una vez más, del teatro al aire libre en el anfiteatro del Cenac.El teatro, en sus inicios, siempre se presentó al público en lugares abiertos, con solo el cielo por techo, en una directa comunicación con la naturaleza. Una comunicación casi religiosa que trascendía los temas presentados y convertía al espectador en un personaje más de la obra, en la cual los dioses y los seres humanos intercambiaban ideas y sentimientos.Por eso el teatro al aire libre es, de cierta manera, un regreso a la fuente de origen, a las raíces de esta actividad artística. Y también es una manera de incorporar a todos los ciudadanos, aún los más humildes y tímidos, los que nunca se atreverían a asistir a una sala cerrada y de aspecto formal, al proceso cultural del país.Y, creo, que por eso también es una lástima -y una pérdida desde el punto de vista cultural- que esta actividad que se inició en los años 70 no haya tenido la continuidad que merece. Los recuerdos a veces se mezclan con los sueños y los deseos y en ciertos momentos cuesta diferenciar la realidad de la fantasía, pero creo que fue en el año 1972 que se inició esta actividad en la parte posterior del Museo Nacional. El año siguiente la actividad se trasladó al parque frente al Ministerio de Salud.Pero dos o tres años antes Esteban Polls, el primer director de la Compañía Nacional de Teatro, ya había hecho una especie de ensayo al aire libre al llevar el teatro al antiguo Paraninfo de la Universidad de Costa Rica donde hoy día se juzgan criminales y personas que creen que robar no es un delito sino un deporte o un "hobby", pero que entonces tenía no solo la fuerza de la ley sino la majestad que dan los años y la sabiduría. Ahí se asomaron en las antiguas columnas griegas o romanas, en los altos edificios, las "troyanas" con su tragedia que no conoce fronteras de tiempo ni de espacio. Recuerdo los rostros de estudiantes, de obreros, de campesinos, de niños, de personas de una educación formal muy limitada, quienes vivieron la tragedia con la intensidad con la que la vivían los griegos antiguos. Se rompieron entonces todas las barreras culturales, temporales y espaciales
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